. “Había una vez una mierlita que tenía su nido en un roble
Acababa de tener cinco hijitos y cantaba muy contenta:
¡Qué contenta estoy;
qué contenta estoy,
a mis cinco merlitos
comida les doy!
Pero cierto día pasó por allí una zorra que le dijo:
¿Por qué estás tan contenta, doña mierlita?
. Porque tengo cinco mierlitos que son una preciosidad –contestó la mierlita
¿Y por qué no me enseña usted uno? –dijo la zorra. Yo tengo una pata quebrada (era mentira) y no puedo subir al roble. Ande, por favor, enséñeme uno para que lo vea.
Bueno, bueno… -dijo la mierlita cogiendo con el pico uno de sus hijos.
Pero a la zorra, nada más ver al mierlito, empezó a hacérsele la boca agua y le entraron unas ganas enormes de comérselo.
: Y entonces dijo a la mierlita
Pues si no me das ahora mismo un mierlito voy a mi madriguera, cojo el jápele-jópele y te corto el roble. Y si te corto el roble, se rompen las ramas; y si se rompen las ramas, se rompe el nido y te quedas sin mierlitos.
La pobre mierlita pensó que si le cortaba el roble con el jápele-jópele, perdería a todos sus hijos, así que muy triste, echó un mierlito a la zorra, que se lo zampó de un bocado y se marchó tan contenta.
Al día siguiente, la mierlita cantaba triste en su nido:
¡Ay, qué triste estoy,
ay, qué triste estoy,
a mis cuatro mierlitos
comida les doy!
Volvió a pasar por allí la zorra, y parándose bajo el roble, le dijo:
Si no me echas otro mierlito, iré a la madriguera a por el jápele-jópele y te cortaré el roble. Y si te corto el roble, se rompen las ramas; y si se rompen las ramas, se rompe el nido y te quedas sin mierlitos.
Y la mierlita, por miedo a perder a todos sus hijos, cogió otro mierlito con el pico y se lo echó a la zorra, que se lo zampó de un bocado y se marchó tan contenta.
Al día siguiente, la mierlita cantaba muy triste en su nido:
¡Ay, qué triste estoy,
ay, qué triste estoy,
a mis tres mierlitos
comida les doy!
Y otra vez pasó por allí la zorra; y parándose bajo el roble, le dijo:
Si no me echas otro mierlito, iré a la madriguera a por el jápele-jópele y te cortaré el roble. Y si te corto el roble, se rompen las ramas; y si se rompen las ramas, se rompe el nido y te quedas sin mierlitos.
Y la mierlita, por miedo a perder a todos sus hijos, cogió otro mierlito con el pico y se lo echó a la zorra, que se lo zampó de un bocado y se marchó tan contenta.
Al día siguiente, la mierlita cantaba muy muy triste en su nido:
¡Ay, qué triste estoy,
ay, qué triste estoy,
a mis dos mierlitos
comida les doy!
Y otra vez pasó por allí la zorra; y parándose bajo el roble, le dijo:
Si no me echas otro mierlito, iré a la madriguera a por el jápele-jópele y te cortaré el roble. Y si te corto el roble, se rompen las ramas; y si se rompen las ramas, se rompe el nido y te quedas sin mierlitos.
Y la mierlita, por miedo a perder a todos sus hijos, cogió otro mierlito con el pico y se lo echó a la zorra, que se lo zampó de un bocado y se marchó tan contenta.
Al día siguiente, la mierlita cantaba muy muy muy triste en su nido:
¡Ay, qué triste estoy,
ay, qué triste estoy,
a mi mierlito
comida les doy!
Entonces acertó a pasar por allí el alcaraván, que había estado unos días en las bodas de su prima, la golondrina.
Y al ver tan triste a la mierlita, le preguntó que qué le pasaba; y ésta le contó cómo la zorra se había ido comiendo a sus hijitos porque la amenazaba con contarle el roble con el jápele-jópele.
¿Pero cómo es posible que te hayas dejado engañar así? Con el jápele-jópele no se cortan los roble, que se cortan con hachas de acero, y brazos de niño, de niña, de mujer y de hombre.
Pues ahora –dijo el alcaraván-, vas a cantar muy contenta:
¡Qué contenta estoy,
qué contenta estoy,
a mi mierlito
comida le doy!
Y otra vez apareció la zorra, debajo del roble, y le preguntó a la mierlita:
¿Por qué estás tan contenta? ¿No sabes, acaso, que vengo a zamparme al último mierlito que te queda? Y si no me lo echas, iré a la madriguera a por el jápele-jópele y te cortaré el roble. Y si te corto el roble; se rompen las ramas; y si se rompen las ramas, se rompe el nido y…
Los robles no se cortan con el jápele-jópele, que se cortan con hachas de acero y brazos de niño, de niña, de mujer y de hombre.
¿Quién te lo ha dicho? –jopeó rabiosa la zorra.- Seguro que ha sido…¡la tórtola!
¡Nooo!
Pues…¡el cuco!
¡Nooo!
¿Ha sido el alcaraván…? ¡Ha sido el alcaraván!
Y el alcaraván, al oír su nombre, empezó a volar y a volar hasta que tuvo sed y bajó a una alberca a beber agua.
Y cuando estaba bebiendo agua, llegó la zorra, y lo atrapó entre sus dientes, dispuesta, claro, a zampárselo como había hecho con los cuatro mierlitos.
Pero el alcaraván, que era muy astuto le dijo:
Ay zorrita, no me comas; pues los alcaravanes no estamos buenos si antes de comernos no dicen tres veces: ¡Alcaraván, comí! ¡Alcaraván, comí! ¡Alcaraván, comí!
Y la zorra, que era muy glotona, abrió la boca para decir tres veces ¡Alcaraván, comí! ¡Alcaraván, comí! ¡Alcaraván, comí!
Entonces aprovechó el alcaraván para escaparse volando, al tiempo que gritaba:
¡A otro tonto, pero no a mí!
Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Y quien no levante el culo, se queará pegado.”